Gran mañana. Calurosa en todos los sentidos. Empezamos con la habitual quedada para tomar café por la mañana de los fruitis que íbamos a participar con alguna sorpresa especial para un miembro importante del grupo. Después de ello, con todo los ánimos toca ausentarse porque empiezan las carreras de categorías inferiores y tenía que disfrutar de ver correr a mi hija en sus primeros pasos firmes y sacando poco a poco el trabajo de sus entrenos. Ya, como padre henchido a más no poder, me toca dar el callo y eso que me pone el listón cada vez más alto. Con todas las dudas al no entrenar casi nada, me pongo en la salida con una idea muy conservadora. Salgo tranquilo pero son darme cuenta me pongo a un ritmo mucho más alto de lo que hubiera sido capaz de imaginar dado mi estado. Llegué a la altura de mi compañero Juancar que sin dudarlo se puso aarcarme un ritmo y se sacrificó en todo momento por mí. Siendo sincero, pasé algún tramo duro mentalmente y por el calor, pero él supo mantenerme en carrera al mismo ritmo de inicio. Hizo una parada para saludar a su familia y yo seguí algo más lento y al final del Puente Romano volvió a estar a mi altura. Ahí fui yo el que echó un cable y los dos juntos pasamos por la Universidad, Plaza Mayor y subir por la calle Zamora. Ya en el tramo final le animo a que acelere y adelante a algún atleta más. Yo seguí sus pasos unos metros más atrás pero agradeciendo infinitamente todo su esfuerzo y el sacrificarse por mi. Por ello, puedo decir que tuve la mejor liebre de toda la carrera.