41º Maratón Valencia Trinidad Alfonso EDP

Valencia ,Domingo 5-12-21

Clasificación :

Emilio Hernández:

Hola chicos, intentaré escribir algo largito, no soy de escribir mucho por aquí pero os sigo. En el 2019 hice mi otro maratón de Valencia, me gustó tanto la carrera como los días vividos allí, que a los 15 días ya estaba apuntado otra vez para el 2020.Los dos años de espera ya sabéis lo que ha pasado. Ya en este año y después de rechazar varias veces de no asistir, decido aguantar y si no es posible este pues para el 2022.Llegando Agosto y viendo que esto seguía para adelante, me pongo manos a la obra. La propia organización me ofrece un plan de entrenamiento a través de una app. Que precisamente empezaba el 16 de Agosto. Quiero ir bien preparado, y siempre que hago plan funciona. Os lo recomiendo. Semanas suaves al principio y duras al final, ejercicios de fortalecer que nunca hago y que he descubierto. Tiradas no muy fuertes,23,25,27,por medio la Behobia 1:31..La semana antes como un flan, trabajo, preparar viaje y pensar que si sería capaz de acabar después de dos años. Viaje el viernes para estar el sábado fresco. Días de sol, un poquito aire .La mañana del maratón quedo con Gabi y su cuñado, llegan un poquito justos y quedaba poco tiempo. Mochila, ritual, geles, tiritas pezones, fresquito y para el cajón de salida. Salgo con Gabi, pero luego cada cual a lo suyo. Salida y a disfrutar, km 3 mi familia desde balcón animando y a seguir. Viento, viento, kms pasando sin enterarme, no mirar reloj, ritmo de 5km/m. El 10,el 15 ,20. ,25,30 todo igual. A partir del 32,33 creo te sacan por unas avenidas anchísimas que te agobian un poquito y el dichoso viento. Últimos cuatro km y ya estamos zona centro Valencia, mucho público, en el 40 mis niñas, paro y les abrazo. Y ya llega la gloria meta, mi 9 maratón, miro al cielo y se lo dedico a gente que ya no está. Después acabar me voy a las gradas de meta a esperar a familia. En ese tiempo veo de todo, pero a la vez les respeto aunque algunos llegan fundidos. Yo doy ánimos a que hagáis un maratón, cada uno conoce su cuerpo y su mente, con preparación se consigue. También te esfuerzas durante tres o cuatro meses que te vienen bien para no caer en la pereza absoluta. Un saludo a todos.

Gabi Vidal:

Preparar una maratón no es algo sencillo, realmente es lo duro de todo este proyecto vital tan codiciado por unos y tachado de locura por otros, más incluso que la propia carrera. Meses de preparación en los que te ajustas a un plan y tratas de no salirte de él, sin olvidarte de que a tu alrededor tienes familia y el día a día, que a medida que el volumen de kilómetros va creciendo, las horas de dedicación a tus quehaceres diarios va disminuyendo. Tratas de conciliar todo lo posible, sabiendo que todo lo conciliable es demasiado campo que abarcar y, llegado el momento, tienes que hacer sacrificios, renunciar a cosas en muchas ocasiones, dar prioridades, tomar decisiones. Tratas contentar a todo el mundo, pero sabes que el primero que tiene que estar contento eres tú, porque en caso contrario tu malhumor se proyecta hacia todos.

Comencé a entrenar a finales del mes de agosto con el objetivo de mejorar mi marca de tres horas y cuarenta minutos de 2013 en La Coruña. Medio en broma, medio en serio, en más de una ocasión había comentado con la grupeta de los locos de la plaza que iba a tratar de ir a por el tres treinta ¿por qué no? Pasan las semanas y las sensaciones que voy teniendo son buenas. Primero en Valladolid, donde hice caso de los consejos y desayuné lo de todos los días, nada. El resultado ni tan mal, una hora y cuarenta y cinco. Luego me probé en Motril, media maratón con pedigrí que había elegido por la humedad, aunque también tocó pegarme con un fuerte viento de poniente y unas infinitas cuestas que no me esperaba. En esta ocasión incorporé geles durante la carrera y el resultado fue de uno cuarenta y nueve. Y la realidad llama a mi puerta ¿Cómo voy a correr una maratón en tres treinta si nunca lo he conseguido? La antesala a Valencia, la media maratón que me serviría de test final, fue Madrid. Un circuito diferente al de años pasados, con sus inevitables cuestas que picaban al cielo y las que te llevaban directo a los infiernos. Esta vez hice carga de hidratos horas antes de la carrera y tomé de un gel durante la misma para terminar en uno cuarenta y cuatro ¿Y si mi conformo con terminar en tres cuarenta y cinco?

Y llega el día, y todos te dicen que ahora toca disfrutar. Y yo digo que sí, aunque en mi interior asoman esas dudas que te emborronan el pensamiento la semana previa. No lo vas a conseguir ¿Sabes que desde 2013 has hecho cuatro maratones y en ninguna has conseguido bajar de las cuatro horas? No estás en peso. No has hecho ejercicios de fuerza suficientes. Y llega el momento. Y me alegro de estar allí, acompañado por la familia. Y me alegro de volver a enfrentarme a la prueba de Filípides. Y me alegro de estar al lado de Carlos, con el que tantos kilómetros he compartido durante los últimos meses. Y de ver a Emilio. Y de poder recorrer las calles con miles de personas a mi alrededor. Y de sentir ese subidón de adrenalina cuando das el primer paso de los miles que te llevarán a tu objetivo. Sé que la cosa va para largo, así que las prisas las dejo a un lado y trato de evitar el acelerón inicial del comienzo. Me concentro en la gente, viendo esas sonrisas que en algunos casos se tornarán en lágrimas, de alegría o de sufrimiento. Noto sus respiraciones. Escucho sus conversaciones. Durante kilómetros acompaño a una pareja con camisetas amarillas con una luna y un sol ¿quién es quién? En otro momento una muchacha corría apoyando solo las puntillas, utilizando unas zapatillas un tanto peculiares que nunca antes había visto, con solo un refuerzo de suela en la puntera, mientras el chico llevaba la bebida y le daba conversación. A medida que el reloj avanza la gente ya no habla. Los jadeos y susurros solo se interrumpen por las batucadas, el bullicio de la animación o la música de DJs a todo trapo, aunque en ocasiones esos decibelios son incapaces de hacer frente al insoportable sonido del viento, también del oeste. Y llega el momento de escucharse a uno mismo, de abstraerse de lo que te rodea. El objetivo se aleja y me encuentro en la parte crucial de la carrera, en esa en la que comienzo a recoger gente ¿Acabarás como ellos? Pero otros te pasan con facilidad. Venga, ríndete. Si total, no lo vas a conseguir. Y comienzo a sentir molestias en los dedos de los pies. Las rozaduras que hasta ahora eran invisibles se sublevan y abren frentes por los que atacarme. Una etiqueta que no sabía que existía se manifiesta por el costado. Por el otro flanco la camiseta comienza el ataque por las axilas, mientras la infantería viene de frente directa a los pezones ¿Por qué me olvidé la vaselina? Las mejillas arden y cada vez que paso por una zona sin sombra mi cuerpo exhala humo igual que un tractor averiado. Así que me agarro fuertemente con las dos manos a la línea azul dibujada en la calzada pensando que por allí había pasado la élite y preguntándome una y otra vez ¿Dónde me lleva la línea azul? Pasadas cuatro horas y once minutos llegué a tan ansiada meta azul.

Es fácil que las cosas no salgan bien, o al menos como tú quieres. Es normal que, en un porcentaje alto, lo que uno consigue lo hace a costa de dejarse algún pelo en la gatera. La negociación con uno mismo es compleja porque la cabeza siempre trata de echarte la culpa de todo, poniéndote la zancadilla con un pero detrás de otro a pesar de haber conseguido aquello que te proponías. Y eso es lo que me pasó a mí el pasado cinco de diciembre, la intención era una y el resultado fue otro. Pero feliz como una perdiz de poder contarlo.