Inteligencia artificial y deporte por Miguel Angel Caballo
Octava Media Maratón de Salamanca. No está nada mal para alguien que aún siendo un enamorado de todo deporte, siempre fue más de velocidad que resistencia.
Estoy convencido de que son múltiples los factores que me animan año tras año a participar en la prueba, si bien creo que hay uno fundamental y es salir de la rutina. La rutina deja adormilados nuestros sentidos, nos sumerge en un letargo del cual conviene despertar.
Más abajo incluyo mi crónica personal de la media maratón. Antes, se me ha ocurrido un experimento, una idea que se me antoja un tanto atractiva. Aún a riesgo de ser un tanto extenso, vayan mis disculpas por adelantado, hacía tiempo que no escribía crónica.
Hoy he compartido con mi padre el trayecto en coche a Salamanca. Un recorrido corto, que nos ha permitido hablar de todo un poco. Sin saber muy bien cómo, hemos llegado a algo que está tan de moda como la inteligencia artificial generativa (GenAI). Entonces, ¿por qué no hacer un experimento. ¿Por qué no preguntar a la GenAI que haga una crónica?
“Hola, esta mañana he corrido la media maratón de Salamanca, ¿cómo sería la crónica de carrera de un corredor popular con ánimo de pasarlo bien y disfrutar de la carrera?, en 50 palabras”.
Su respuesta, inmediata. Diría que ha tardado menos de dos segundos.
“Amanecer frío en Salamanca, pero el calor de la carrera lo invade todo. Miles de corredores con un mismo objetivo: disfrutar de la ciudad y de la distancia. La salida, un mar de colores y emociones. El recorrido, un viaje por la historia y belleza de Salamanca. El público, animando en cada esquina. La meta, una explosión de alegría y satisfacción.
Mi objetivo: disfrutar y llegar a meta. Lo he conseguido, con esfuerzo y con la sonrisa en la boca. He vivido la carrera, he sentido la ciudad, he compartido la experiencia con otros corredores.
He corrido por las calles empedradas, he pasado por la Plaza Mayor, he visto la Catedral, he disfrutado del ambiente. He reído, he sufrido, he llorado de emoción. He cruzado la meta con los brazos en alto y el corazón lleno de satisfacción.
¡Media Maratón de Salamanca, una experiencia inolvidable!”.
Rápido y preciso. Rápido, como el mundo de hoy, que gira de forma vertiginosa sumido en la inmediatez, olvidando en ocasiones aquello que requiere cierta madurez y esfuerzo, y que nos deja momentos en los que más de uno recuerda la frase de Quino, “Paren el mundo, que me quiero bajar”. Y preciso, tan nítido y minucioso que parece increíble responder así en pocos segundos, si bien convendría obviar que las 50 palabras en realidad se extendieron hasta las 145.
Más allá del debate que un cambio disruptivo de este tipo pueda suscitar, parece evidente que la GenAI ha llegado para quedarse y evolucionar muy veloz en los próximos años, sino meses. Es patente que se trata de una revolución que trae bajo el brazo innumerables ventajas, sin embargo carece de algo tan importante y humano como el corazón. El alma.
Y ahora sin GenAI. Ahora sí, la elaboración de mi crónica llevaría un poco más de tiempo. Pero incluiría detalles innumerables que GenAI ignora. Hablaría de una carrera con muy buenas sensaciones en compañía de Toño, José Miguel y Marta. Hablaría de una ciudad espléndida como Salamanca, del reflejo de la luz en la piedra de Villamayor, oro viejo. Hablaría del reloj, pero no el de la Plaza Mayor, sino del Garmin que no cogió la señal GPS hasta coronar la cima del Zurguén (debe ser que ahí estábamos más cerca del satélite 🙂 ).
Volviendo el inicio de la crónica, decía que la rutina deja adormilados nuestros sentidos, nos sumerge en un letargo del cual conviene despertar.
Mantener despierto el tacto, acariciar la superficie de hielo que cubre el coche tras el granizo y nieve de la tarde anterior, previo a iniciar el trayecto a la capital charra.
Mantener despierto el oído, y escuchar la campana que una mujer mayor agita con energía al paso de la carrera. Ha bajado a la calle en una fría mañana de marzo, desafiando la temperatura, para infundir ánimos a unos desconocidos que visten de corto.
Mantener despierto el olfato, y saborear el olor de una panadería que ha estado elaborando sus productos desde mucho antes de despuntar el alba.
Mantener despierta la vista, e identificar un escaparte de una tienda de música, donde se vislumbran varias guitarras que avivan por enésima vez la idea de aprender a tocar un instrumento y dibujar melodías.
Mantener por último despierto el gusto, disfrutar del avituallamiento, incluso de una simple botella de agua, una vez entrado en meta.
Y no me extiendo más, siempre se ha dicho que es mejor lo breve. Al menos a mí, me ha parecido interesante la comparación de una crónica elaborada con GenAI frente a una crónica más personal y humana.
Por cierto, a la GenIA no se le habría ocurrido añadir esta foto con mi padre como parte de mi crónica. Gracias por la compañía.
Estoy convencido de que son múltiples los factores que me animan año tras año a participar en la prueba, si bien creo que hay uno fundamental y es salir de la rutina. La rutina deja adormilados nuestros sentidos, nos sumerge en un letargo del cual conviene despertar.
Más abajo incluyo mi crónica personal de la media maratón. Antes, se me ha ocurrido un experimento, una idea que se me antoja un tanto atractiva. Aún a riesgo de ser un tanto extenso, vayan mis disculpas por adelantado, hacía tiempo que no escribía crónica.
Hoy he compartido con mi padre el trayecto en coche a Salamanca. Un recorrido corto, que nos ha permitido hablar de todo un poco. Sin saber muy bien cómo, hemos llegado a algo que está tan de moda como la inteligencia artificial generativa (GenAI). Entonces, ¿por qué no hacer un experimento. ¿Por qué no preguntar a la GenAI que haga una crónica?
“Hola, esta mañana he corrido la media maratón de Salamanca, ¿cómo sería la crónica de carrera de un corredor popular con ánimo de pasarlo bien y disfrutar de la carrera?, en 50 palabras”.
Su respuesta, inmediata. Diría que ha tardado menos de dos segundos.
“Amanecer frío en Salamanca, pero el calor de la carrera lo invade todo. Miles de corredores con un mismo objetivo: disfrutar de la ciudad y de la distancia. La salida, un mar de colores y emociones. El recorrido, un viaje por la historia y belleza de Salamanca. El público, animando en cada esquina. La meta, una explosión de alegría y satisfacción.
Mi objetivo: disfrutar y llegar a meta. Lo he conseguido, con esfuerzo y con la sonrisa en la boca. He vivido la carrera, he sentido la ciudad, he compartido la experiencia con otros corredores.
He corrido por las calles empedradas, he pasado por la Plaza Mayor, he visto la Catedral, he disfrutado del ambiente. He reído, he sufrido, he llorado de emoción. He cruzado la meta con los brazos en alto y el corazón lleno de satisfacción.
¡Media Maratón de Salamanca, una experiencia inolvidable!”.
Rápido y preciso. Rápido, como el mundo de hoy, que gira de forma vertiginosa sumido en la inmediatez, olvidando en ocasiones aquello que requiere cierta madurez y esfuerzo, y que nos deja momentos en los que más de uno recuerda la frase de Quino, “Paren el mundo, que me quiero bajar”. Y preciso, tan nítido y minucioso que parece increíble responder así en pocos segundos, si bien convendría obviar que las 50 palabras en realidad se extendieron hasta las 145.
Más allá del debate que un cambio disruptivo de este tipo pueda suscitar, parece evidente que la GenAI ha llegado para quedarse y evolucionar muy veloz en los próximos años, sino meses. Es patente que se trata de una revolución que trae bajo el brazo innumerables ventajas, sin embargo carece de algo tan importante y humano como el corazón. El alma.
Y ahora sin GenAI. Ahora sí, la elaboración de mi crónica llevaría un poco más de tiempo. Pero incluiría detalles innumerables que GenAI ignora. Hablaría de una carrera con muy buenas sensaciones en compañía de Toño, José Miguel y Marta. Hablaría de una ciudad espléndida como Salamanca, del reflejo de la luz en la piedra de Villamayor, oro viejo. Hablaría del reloj, pero no el de la Plaza Mayor, sino del Garmin que no cogió la señal GPS hasta coronar la cima del Zurguén (debe ser que ahí estábamos más cerca del satélite 🙂 ).
Volviendo el inicio de la crónica, decía que la rutina deja adormilados nuestros sentidos, nos sumerge en un letargo del cual conviene despertar.
Mantener despierto el tacto, acariciar la superficie de hielo que cubre el coche tras el granizo y nieve de la tarde anterior, previo a iniciar el trayecto a la capital charra.
Mantener despierto el oído, y escuchar la campana que una mujer mayor agita con energía al paso de la carrera. Ha bajado a la calle en una fría mañana de marzo, desafiando la temperatura, para infundir ánimos a unos desconocidos que visten de corto.
Mantener despierto el olfato, y saborear el olor de una panadería que ha estado elaborando sus productos desde mucho antes de despuntar el alba.
Mantener despierta la vista, e identificar un escaparte de una tienda de música, donde se vislumbran varias guitarras que avivan por enésima vez la idea de aprender a tocar un instrumento y dibujar melodías.
Mantener por último despierto el gusto, disfrutar del avituallamiento, incluso de una simple botella de agua, una vez entrado en meta.
Y no me extiendo más, siempre se ha dicho que es mejor lo breve. Al menos a mí, me ha parecido interesante la comparación de una crónica elaborada con GenAI frente a una crónica más personal y humana.
Por cierto, a la GenIA no se le habría ocurrido añadir esta foto con mi padre como parte de mi crónica. Gracias por la compañía.
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