Maratón de Tokio por Miguel Bonilla
La frase “Correr es de cobardes” siempre se asocia al que huye de una batalla. Nosotros no huimos de una batalla, nosotros corremos al frente de ella.
Llevo varios años preparando y corriendo maratones y hace tiempo que sé, que ni tengo cuerpo de atleta, ni me cuido como un atleta, pero en lo que si soy, muy muy bueno, es en el control y la fortaleza mental necesaria para afrontar una maratón.
La maratón de Tokio estaba en mi calendario hace más de dos años y como todo llega, llego, y no en los mejores momentos físicos para mí. Me ha costado mucho llegar a salida, pero una vez allí sabía que no iba a fallar.
Tokio es inmenso, su población es de 30 millones y no se vive en los rascacielos, con lo que la extensión es imposible de comprender. Lo bueno es que tiene muchas líneas de metro y trenes que permiten realizar la visita más rápida. Eso es bueno para poder moverte, pero increíble para saber dónde tienes que ir dentro de cada estación. Hay estaciones que parecen grandes ciudades en sí mismas, llenas de tiendas, restaurantes, calles, pasadizos, escaleras…un auténtico caos para un turista accidental. Aun así, me lo curro y estudio las líneas de metro y trenes que tengo que usar para llevarlo bien preparado.
Una vez llegado al hotel, a comer y a visitar la expo que está al ladito. Allí también será el final del maratón, perfecto para terminarla y darse rápido una ducha reparadora. Volvemos al hotel dejamos el dorsal y a patear por la zona.
El hotel está en una isla artificial frente a Tokio y como estamos cansaditos del viaje, esa tarde realizamos una visita por la isla. En ella está el edificio de fuji televisión donde se realizan montones de dibujos animados que conocemos. Hay una zona de playa, una réplica de la estatua de la libertad, mogollón de zonas recreativas y centros comerciales. Matamos la tarde por la zona, la cena y a intentar descansar un poco.
No duermo casi nada y a las seis quedo con otro compañero para salir a correr un rato por la zona del hotel para soltar piernas. Una hora de running y a buscar el desayuno. Este día hay que patear la ciudad de arriba abajo.
La isla está unida a Tokio por el puente rainbow que por las noches le iluminan con luces de colores, muy chulo. Le cruzamos en la línea de tren Yurikamone, va elevado y vemos el skyline de la ciudad al entrar. Parada en la estación de shimbasi donde cogemos otra línea de tren, la Yamanote, una línea circular que nos dejara cerca de todas las zonas más turísticas. Estas dos líneas son las que más utilizaremos, unasssss, montones de veces. La primera parada, el templo Senjo-ji y el mercado que hay en sus alrededores, la zona tiene casitas bajas y típicas de Japón. Tokio no solo tiene rascacielos.
A la una y media tenía reservada la visita al palacio imperial y nos fuimos acercando hacia allí cogiendo el metro, el tren. Ni me acuerdo las veces que he subido y bajado las escaleras para montar en ellos.
El antiguo castillo chiyoda es la residencia de los emperadores del Japón y se puede visitar pero no todo entero. Como llegamos con tiempo nos dedicamos a visitar la zona comercial de la estación de Tokio. Centros comerciales inmensos, de tecnología y de todo lo que uno puede imaginarse. No hemos empezado y ya llevamos un montón de bolsas en las manos (zapatillas Nike a 38 pavos no están mal)
El palacio imperial está bien pero la visita es pesadita, hay que realizarla con un guía y joder que lento y pesao se hizo.
Terminada la visita a llenar la panza que hay gusa. El comer no hay problema, hay restaurantes como aquí bares, donde quieras y lo que quieras.
Sin pausa para bajar la comida volvemos a darle al metro y tren, esta vez hay coger la línea circular y visitar la zona de shinjuku, donde está el ayuntamiento y su mirador, desde donde se ve la inmensidad de Ciudad. El mirador es gratuito y sin colas, se agradece para no perder mucho tiempo. Tras las fotos y un cafecito, vuelta al tren. Viajamos hacia shibuya donde está el famoso Cruce de shibuya, todos los días le cruzan un millón de personas y junto a él está la estatua del hachiko, dos pájaros de un tiro. Muchas fotos, videos, cruzarle, charla con una pareja de españoles en luna de miel, un poco de todo.
Vuelta a la línea Yamanote y la siguiente parada Hamamatsucho, estación que está cerca de torre Tokio, muy parecida a la torre Eiffel y estupendo sitio para ver la ciudad de noche. Al salir, buscar sitio para cenar y a la cama que no podemos con nuestro cuerpo.
Sigo sin dormir una mierda, lo bueno es que el día será tranquilo, he contratado una excursión para visitar el monte Fuji y los lagos adyacentes.
Nos vienen a recoger al hotel y nos llevan hasta la primera estación del monte. Las nevadas de los últimos días tienen cerrado el resto de subida. El lugar es pequeño y está lleno de gente haciendo las fotos de rigor, para no ser maleducados nosotros hacemos lo mismo. Media hora y vuelta al bus. Nos alejamos un poco del monte pero las vistas mejoran y en la zona de los lagos se ve mucho más grande y fotogénico. La pena es la época, ya que en primavera esa zona debe estar impresionante.
La siguiente escala del viaje es un pueblecito japonés con infinidad de casitas y talleres artesanales. En una casita nos disfrazan de samuráis y la estampa es supergraciosa. Las vistas del monte desde el pueblo son de postal.
Para comer nos llevan a un restaurante familiar y nos sirven la comida al estilo japonés, arrodillados a la mesa o como buenamente te puedas poner, yo no soy nada flexible. Regreso a Tokio y poco más que hay que descansar para la carrera.
El día D de la carrerita nos despierta lloviendo, muchos nervios ya que correr una maratón con agua no creo que sea muy divertido, menos mal que tenemos suerte y al final nos libramos del agua. Los autobuses de la organización nos llevan a la salida y lo primero es encontrar nuestro cajón para tener controlada la salida, una vez echo eso, un paseo por la zona y fotos, muchas fotos para el recuerdo.
Entre unas cosas y otras nos meten en el cajón y apechugaditos nos sueltan por las calles de Tokio. Banggg.
Los primeros kilómetros son en ligera bajada y se agradece para ir cojiendo temperatura. El circuito es en cruz, vamos y volvemos por grandes avenidas, lo que permite ver a los primeros en varios sitios. No me disguta el trazado, mi preocupación es otra.
En la carrera me acompaña Luis, un fenómeno que también estuvo conmigo en Chicago, gran persona y gran atleta. Tiene una marca de cerca de tres horas y estuvo conmigo toda la carrera animándome, gracias a él fue más sencillo acabar.
Con el paso de los kilómetros también van aflorando las molestias y sobre el 25 sé que me tocara parar alguna vez, pero entre Luis y que hay que echarle huevos sigo y sigo corriendo, quemando los kilómetros uno a uno. En el 28 nos unimos a otro español que va sufriendo como yo, le animamos y seguimos al ritmo que me permite mi pierna.
Poquito a poquito, kilometro a kilometro llego a los últimos donde la carrera se pone más dura. En los últimos 4 kilómetros están todas las subidas del maratón y las voy pasando mejor de lo esperado. Hasta la ultima cuesta, la más pequeñita de todas en el kilómetro 40, que me recuerda que ya llevo muchos kilómetros de prestado y me toca dejar de correr. La subo andando rápido y vuelvo a correr, pero ya sé que esos dos kilómetros voy a sufrir de lo lindo, andando y corriendo los termino en 17 minutos, con lo que acabo la maratón en 4 horas y 18 minutos. Me abrazo a mi compañero de fatigas y pal hotel a celebrarlo.
Tras la recuperación vuelta al turismo, nos queda una tarde y hay muchas cosas que ver. Esta vez toca el barrio rojo, zona de…. Bueno no digo nada que estamos en horario infantil.
Un viaje fantástico, una aventura inolvidable. Me traigo grandes recuerdos y sobre todo otra gran lección sobre cómo afrontar los retos en esta vida.
Quien se anima para el próximo reto, venga por que no?
Compañeros va por ustedes. Tokio 2015 conquistado.
Soy el puto amo!!!!!!!!!
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