Maratón de Sevilla, por Germán el Mañico
Veintitrés de febrero del 2014, son las 06:45 de la mañana y suena el despertador. Empieza el ritual de la preparación para participar en mi tercera maratón, Barcelona, Madrid y ahora Sevilla ….. para llegar a este día y esta hora han pasado muchas cosas.
Rebobinemos a finales de abril del 2013, acabada la maratón de Madrid donde verdaderamente sufrimos de lo lindo los últimos siete kilómetros, me dije: una y no más. ¡¡ Qué débil es el hombre !!.
Pasaron unos pocos días y tras reunirnos detrás de unas buenas jarras de cerveza empezamos a planificar la maratón del año siguiente. Fue muy sencillo y no nos costó nada decidirnos, la maratón de Sevilla.
La primavera y el verano pasaron muy deprisa. Estábamos en el mes de septiembre y empezamos a realizar las primeras quedadas para desintoxicarnos, esa era la escusa, pero la realidad es que teníamos unas ganas enormes de reencontrarnos y disfrutar de una buena compañía haciendo unas de las cosas que más nos gusta: el correr.
Como el tiempo pasa raudo y veloz nos metimos en el mes de octubre, teníamos la Behobia a la vuelta de la esquina como quien no quiere la cosa. Tocaba ponerse las pilas y hacer cuestas. Con la intensidad en la preparación entramos casi de lleno en las doce semanas previas a la maratón. Dejamos pasar las Navidades y el mes de enero fue a tope. Tres salidas entre semana y el domingo tiradas largas. En la preparación de esta tercera maratón he notado que las piernas estaban un poco más hechas y me he encontrado menos cansado que en ediciones anteriores. Las sensaciones, ritmos, series … todo era un poco mejor.
Las semanas pasan y ya estamos en la estación del Ave con destino a Sevilla. Las previsiones meteorológicas eran muy buenas. No habría lluvia y no haría demasiado frío a primera hora de la mañana. Sevilla … nunca había estado en Sevilla. Gracias al gusanillo del correr he podido conocer una nueva ciudad. La Torre del Oro, la Giralda, la Plaza de España, su Catedral, por no hablar de las tapitas de “chocos”, “pescaítos”, sus tapas de “pringá”, su vino y sus … que cada uno piense lo que quiera (jejejeje).
Llegamos a las 14:10 horas, dejamos los bolsos en consigna y nos fuimos a la feria del corredor y a la comida de la pasta. He de decir que la organización fue estupenda, un sitio muy amplio sin aglomeraciones (la feria del corredor un poco escasa) y la pasta buenísima, acompañada con su vasito de gazpacho, fruta, zumo, galletitas y bebidas varias. Finalizado el evento recogimos los bolsos y al hostal, descansamos unos minutos y hacer un poco de turismo con mucha tranquilidad y gastando pocas energías, una buena cena a base de pasta y ensalada y a las 22:00 a descansar. Una vez puesto el dorsal en la “morá”, dejar preparadas las zapatillas y rituales varios derechito a la cama.
Volvemos al principio del relato, tomamos un desayuno a base de cereales, frutos secos, zumo, un cafecito y a buscar un taxi que nos llevara al Estadio de la Cartuja. Hay que decir que no parecía hubiera ambiente de corredores, las calles vacías, silenciosas y al rayar las primeras luces del día empezaron a verse los primeros carros con caballo para el deleite de los turistas, aunque más de los caballistas si la gente les pedía “un paseíto por Sevilla”.
Ya en el recinto de la Cartuja, hay amigo, eso era otra cosa. Un multicolor de camisetas y lenguas (sobre todo portugueses, se habían inscrito casi mil) y el gusanillo empezó a bailar en el estómago. Nos desprendimos de la ropa innecesaria, evacuamos líquidos sobrantes y empezamos a calentar un poco y estirar, más que nada porque hacía frasquete y era necesario templar un poco los nervios.
Tras colocarnos en el cajón de salida, los últimos veinte minutos se hicieron un poco interminables. Pero a pesar de la tensión antes del comienzo se pueden ver detalles muy significativos, gestos de complicidad entre amigos o compañeros de un mismo club, últimos consejos de los que eran más veteranos en estas lides, ese beso entre parejas deseando mucha suerte, ese pensamiento en los seres queridos que no te han podido acompañar por las circunstancias que sean, pero seguro que están contigo en ese impás de espera, una sonrisa del que no te conoce de nada pero te desea lo mejor, son momentos tensos pero llenos de emociones e ilusiones. Son las 09:00, pistoletazo de salida última mirada entre los conocidos que dicen muchas cosas en muy poquito tiempo y … nos vemos en la meta.
El entreno había sido muy bueno (este año más de 1.300 Kms), había descansado genial, el día era estupendo. Quedaba lo mejor, disfrutar de la carrera y al final saber sufrir. Pasé la media maratón con un tiempo de 01:40:05, en mi interior me dije que había ido un poca más rápido de lo deseado, pero seguí concentrado en mi carrera. Hasta el Km 30 fui a buen ritmo, parecía que empezaba a flojear, levanté un poquito el pie durante un kilómetro para recuperar, sabia decisión, hasta el Km 35 volví a mi ritmo de carrera. En éste kilómetro la gente empujaba como nunca, y a pesar del griterío pude escuchar el grito de guerra “venga macoterano” me giré pude ver quien era pero no pude reconocerla, eso sí los pelos se me pusieron como escarpias de la emoción.
Qué lástima, apareció el muro, era el kilómetro 37, yo no quería pero, tocó empezar el sufrimiento puro y duro, empezó la verdadera maratón. Bajé ritmo, no quería, intenté ser los más positivo posible. En esos momento me acordé de mis compañeros de causa, Belén, Jesús, Ángel, César, Antonio, de los kilómetros que habíamos hecho juntos durante el invierno, buscando fuerza en todos ellos, igualmente me acordé de todos los amigos del Club Atletismo Macotera y de esa primera “Legua Macoterana”. Ya estaba en el 40, último trago de agua y a por los dos que quedaban. Kilómetro 41, último esfuerzo. Empezada a verse el Estadio de la Cartuja, se oía el griterío de la gente, entrada al estadio, qué pasada. Kilómetro 42, solo faltaban doscientos metros, visualicé el crono, había bajado de las tres horas y media. Objetivo cumplido ¿qué más se puede decir?.
Me encontré en meta con mis fieles compañeros de correrías (no universitarias por cierto) dándonos un fuerte abrazo de emoción. Un año más la habíamos terminado, no había dolor, no había sufrimiento, sólo queríamos disfrutar del momento, del ambiente, de los corredores llegando a meta. A mi me habían animo, porqué no hacerlo con el resto??. MAGNIFICO!!!!
Vuelta a la cruda realidad, recogida de la ropa, y lo que es peor vuelta al hostal, filas enormes para coger un bus, taxis llenos de gente, pero lo logramos y tras una buena ducha bien merecida …
Se intensificaron los dolores musculares como no podría ser de otra manera y los compensamos con una buena comida, y nada de ensaladitas y agua. Una buena ración de carne a la brasa con un buen vino, un tapeo para cenar y vuelta a la rutina.
Qué más puedo contar, ah sí, la previsión para el año que viene, pero eso será otra historia.
Un saludo a todos desde Zaragoza y hasta la próxima.
Germán
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