Por Miguel Pérez, “el de la manola”
Mi segunda maratón. Nunca dos cosas tan iguales serán tan distintas. La motivación frente a la preparación, la cabeza y el corazón frente a las piernas.
Nunca me fue tan evidente, nunca vi tan reflejada la frase de Kilian Jornet: “El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”
Ayer sufrí. Sufrí los últimos cinco kilómetros como nunca lo había hecho. Tuve muchas dudas y sólo la compañía me salvó, como la campana puede salvar a un púgil grogi al final de un asalto.
Se me hizo larga la carrera, por muchos motivos: el cansancio de los últimos días, la relajación y tal vez cierta falta de motivación adicional.
Es cierto; el trabajo estaba hecho; mi estado de forma nunca fue mejor, pero por un exceso de celo preferí madrugar durante la última semana para correr un poquito y hacer unas pesas, en lugar de dormir una par de horas más al día. El resultado… una cansancio acumulado que se acrecentó en los dos días previos a la carrera, en los que los nervios, no me permitieron dormir más que tres o cuatro horas.
Por suerte estaba fuerte. Con mi hermano Manolo siempre es fácil correr. No me presiona, hablamos lo justo y corremos cómodos (sobre todo él).
A pesar de esto, notaba que las vueltas (3 vueltas de 14 kms) se me hacían largas, y eso que mi ritmo era bueno y constante. El recorrido ayudaba por su perfil llano pero no era entretenido. Largas rectas interminables de ida y vuelta para desandar lo andado.
La recta por el puerto hasta la rotonda de vuelta al paseo, no la voy a olvidar fácilmente y creo que no seré el único. Todavía la llevo grabada en mi cabeza.
Había que conseguir completar la segunda vuelta con fuerzas para seguir y a partir de ahí…, a llegar como fuera.
El segundo paso por meta, me estimuló. Ludi todavía seguía allí esperando verme pasar antes de irse al Hotel y volar con destino Londres. Allí pudo verme vivito y coleando y darme su último grito de ánimo. Ya no me vería llegar,… por suerte. Allí me enteré también, que Juan había ganado los 10 kms y para acabar, una oferta irrechazable de Juan A. (Falogo): “ Te cogemos en el 32 y hasta el final”.
Ya tenía otro objetivo cercano, el km. 32.
Seguimos a buen ritmo con el alimento de los ánimos, sin desfallecer y sin bajar el ritmo. Las piernas ya estaban escasas de fuerza y comenzaban a quejarse, y las plantas de los pies quemaban por el asfalto. Pero es la última vuelta y ahora hay que aguantar. La ayuda ya está cerca y en la cabeza ya tengo el primer lastre que voy a soltar: la riñonera con el móvil, el mp3 y los geles. Necesito quitarme cualquier peso.
Ya se nos han unido Pepa, Gabi, Juan Antonio Falogo, Juan A. Morerito y Rouco (que luego se quedarían con Gabi) y José Ignacio que acompañaría a Nacho y luego a mi hermano. Comienza otra carrera, más corta que el trayecto ya andado pero son diez kilómetros que van a ser una cruz.
Manolo ya tiene libertad para lanzarse y soltar las piernas, que lleva muchos kms. Encogido. El tío se lanza hasta el final a un ritmo de 4 minutos, aunque al final también sufrirá. Está claro que una maratón es una carrera justa y solidaria. A todos les toca sufrir. Aquí no hay clases. Socialismo puro , y no las milongas que ahora nos cuentan.
Comienza una nueva etapa con un color totalmente distinto. Ahora sólo veo “morado” a mi alrededor, ya no miro al paseo marítimo ni me entretengo con nada. Pepa y Falogo delante y Gabi en la retaguardia. Cada uno ayudando a su manera, en función de su carácter y su forma de ver la vida. A Pepa le encalomo el cinto, que me pesa como plomo y me libero de un peso.
Sigo a mi ritmo de 5’20’’, 5’30’’. No quiero bajarlo, aunque el cuerpo me lo pide. Hasta Riazor todavía soy persona, incluso de vuelta al paseo. Con los ánimos de mis compañeros y viendo que voy dejando cadáveres, que espero que consiguieran llegar al final. El más doloroso, el de Nacho. Había hablado con él en la comida y estaba ilusionado y temeroso con su primera maratón. Era “yo”,…el del año pasado. Me dolíò verle, primero sufrir bajando del alto del paseo en la última vuelta y después parado, estirando con la esperanza de poder seguir aunque fuera trotando. No fue posible acabar esta vez. Ya se resarcirá en el próximo intento. Un mensaje de ánimo: fe, compromiso y mucha ilusión son las bases para conseguir cualquier propósito.
¡… y equipo!, amigo,…¡ y equipo!.
¿Quién ha dicho que el atletismo es un deporte individual?. No hay nada que se pueda conseguir sin apoyo de la gente que te quiere. Una Maratón es como la vida. Cuando empiezas estás fuerte, y no necesitas a nadie. Ahí estás tu, con tus “güevos” es suficiente. Pero amigo,… cuando las cosas se van torciendo y comienza el dolor… Ahí ¡eres una mierda!. Y entonces necesitas que tiren de ti, que no te dejen caer. Y en ese estado estaba yo, y todavía faltaban 5 interminables kms, 5 kms muy largos camino del puerto.
Con Falogo y Pepa delante tapándome el viento que comenzaba a soplar fuerte y Gabi empujando desde atrás. Con su compañerismo invitando hasta al Sursum Corda a unirse al grupo para que sintieran el mismo alivio que estaba sintiendo yo. ¡Esto es deporte!, lo demás son cuentos.
Un último lastre que quitarme, la gorra. Ya me sobraba todo. Sólo una cosa no me quitaría, las gafas. Los niños estarían en la meta y las gafas simularían mi sufrimiento.
Dos kms. A 5’48 y 5’45. La muestra de desfallecimiento era evidente. No había que permitirlo. Si bajo el ritmo, me hundo… y ya queda poco. ¿Que esperaba?, ¿un camino de rosas?. Hasta a Chamorro primero y a Gabi después, les vimos sufrir antes de la recta final. La recta del puerto acaba con el más pintado. La rotonda de vuelta nunca llega. Es angustioso y el cuerpo ya está al límite… pero son los últimos kms y ya lo aguantas todo.
Por fin, la recta final, el último km. Y ya se percibe el ambiente, no se como lo hago, me fallan las piernas, pero la cabeza despierta y hasta me animo a acelerar levemente. Levanto la cabeza y veo el final. Mis escoltas se despiden y me animan a lo campeón. Me han dejado que acapare todo el protagonismo, cuando son ellos los que han dado toda una lección de compañerismo y apoyo. Muchas gracias compañeros.
Un minuto escaso de extasis que me envalentona a esprintar y levantar los brazos orgulloso: “Lo he conseguido de nuevo”.
No se donde está la raya,… dónde está el límite,… en que momento, uno no puedes más y tiene que pararse, sin remedio. Lo que si sé, es lo que esa raya, o ese límite puede estirarse, cuando tienes compañeros y amigos que están dispuestos a ayudarte, a animarte y a darte fuerzas hasta el final.
¿Quién dijo que el atletismo es un deporte individual?
Tenemos mucha suerte de pertenecer a este club. Espero que dure mucho y que tengamos la oportunidad de seguir disfrutándolo muchos años.
PD: No quiero limitar a los protagonistas de mi historia los elogios en esta carrera, porque otros ayudaron de igual manera a otros compañeros con igual mérito y todos los componentes ayudaron en su medida a que resultara un gran día para todos. Los abrazos al final de la carrera, el buen rollo de este equipo y la solidaridad harán de este día un momento inolvidable. Gracias a todos, a los que corrieron, a los que animaron a las que cuidaron de mis peques … sois los mejores.
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